15 de junio de 2010

(Untitled II)

Solía tener esa clase de locura que a todo el mundo le gusta. Mataba gatos, sí, pero eso nunca le impidió sonreir cada noche antes de dormir. Porque cada cual preguntaba una cosa, alimentando su indiferencia, pero nadie se atrevía a negar nada de lo que dijese. Era una condición universal.

Que cosa más rara, ¿no?.

Y un día ella llegó, a sus 60 y pico, vieja y arrugada, dolida y angustiada, sosteniendo en la mano derecha un hacha. Tenía esa mirada loca que la hacía tan especial. Murmuraba algo ininteligible y superficial, así durante horas, hasta gritar y desaparecer. Nadie tuvo miedo hasta entonces.

Y nadie lo volvió a tener jamás.

(Nada en especial)

2 comentarios:

Ana dijo...

Woww!! muy especial... me transmiste un poco a la "verdad"...

Nachete dijo...

Estás fatal.